Hechos 11:19-30
En parte, la importancia de este libro de la Biblia radica en la importancia de la obra del Espíritu Santo. Él es el que decide la obra, cuándo, dónde, y quién la realiza. Así es siempre en la obra de Dios.
Hoy el pueblo de Dios debe estar dispuesto a ser instrumento del mismo Espíritu. Somos llamados a participar de la misma esperanza, a tener la misma fe, y a ofrecer el mismo amor que aquellos primeros discípulos.
Debemos ocuparnos de la instauración del Reino de Dios a nuestro alrededor.
En la primera etapa del cristianismo, la capital fue Jerusalén, en una segunda fue Antioquía, donde los creyentes fueron llamados cristianos, y finalmente Éfeso. El Espíritu Santo fue dirigiendo su obra según sus designios.
No nos avergoncemos del Evangelio. Aprovechemos el tiempo y aprendamos de la obra de aquellos que nos precedieron. Pero para ello sometámonos al motor de la obra y a su Palabra.
Tenemos mucho que aprender de la primera iglesia gentil: Antioquia. Ella fue la base desde la cual se extendíó el Evangelio entre nosotros los gentiles.
Notas tomadas del sermón dado hoy por Manuel Rodriguez